
En la mitología de Mesopotamia, Enlil es el dios del cielo, del viento y las tempestades. Fue adorado por sumerios, acadios, babilonios, cananeos, y asirios. Enlil era un dios del clima. En Mesopotamia, el clima no marcaba la bonanza de las cosechas, ya que éstas dependían del curso de los ríos, si no sólo su desgracia y malogro. Esto explica el carácter irascible y temible de Enlil que sólo se manifiesta en hechos negativos como las grandes tormentas, las inundaciones y los cambios de curso de los ríos. Así, en el mito del Diluvio mesopotámico es Enlil quien abre las compuertas del cielo para acabar con los molestos humanos.
El principal centro de culto de Enlil era el templo del é.kur (casa de la montaña), donde según la tradición tenía "el ojo que explora la tierra".
Al nacer, separó al cielo (An) de la tierra (Ki) y junto con Anu y Enki formaba la trinidad suprema del panteón sumerio. Hijo de Ki y de An, Enlil era la divinidad patrona de la ciudad de Nippur y guardaba las "tablillas del destino" donde se encuentra decretado el destino de todo lo existente. En el mito Enlil y Ninlil se narra como el dios se encuentra a una Ninlil demasiado joven bañándose en los pantanos. A pesar de las advertencias de ella, Enlil consigue fecundarla mediante engaños. Por este acto, censurado en la tradición mesopotámica, es expulsado de la ciudad de Nippur; pero Ninlil le sigue. Así, mantendrán relaciones otras tres veces, de las que nacerán tres dioses de ultratumba. En la historia Enlil y Sud el dios resuelve de otra manera: tras sentirse atraído por la diosa, consulta a sus padres y les formula una proposición formal. Finalmente se celebra, la boda según la tradición mesopotámica.
En el poema épico Atrahasis, Enlil intenta destruir a la humanidad en tres oportunidades, molesto por sus hábitos ruidosos. En el último de estos intentos, arrasa la tierra con un Diluvio. La humanidad sólo conseguirá salvarse gracias a la intervención de su medio hermano, Enki, que ordenará a Atrahasis, la construcción de un enorme barco en el que deberá cargar semillas y animales. Finalmente, Enlil inunda la tierra abriendo las compuertas del cielo, salvándose sólo Atrahasis y su esposa. Los demás dioses reprenden a Enlil ya que necesitan los sacrificios que realizan los humanos para alimentarse. Cuando las aguas se retiran, Ziusudra ofrece un sacrificio a los dioses, que lo reciben hambrientos. Finalmente Enki solicita a la diosa madre la creación de nuevos seres humanos.
Imprevisible e irascible, pero cruel y bondadoso a partes iguales. Con la llegada a las áreas del sur de Mesopotamia perdió todo rasgo fertilizador y creador y fue definiéndose en la posición dominante del panteón mesopotámico, donde permaneció hasta la popularización del culto a Ninurta, su hijo primogénito según la tradición posterior.
En-Lil fue equiparado en las regiones semitas con El o Elohim (el supremo), hoy conocido como Yahvé o Jehová entre los judíos y que en Arabia llamaban Eloáh o Eláh, que en árabe moderno es Allah (Alá). En-Lil, el primogénito, heredará de su padre el título de rey de los dioses; de quien recibirá las Me —las tablas del destino—, que como el famoso Código de Hammurabi tienen las normas a seguir para gobernar la creación.
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